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Bin Laden está muerto, la guerra de Estados Unidos continúa

Martin Suchanek

“¡Sí, podemos!” se ufanó Barack Obama cuando anunció al mundo que Estados Unidos había asesinado al enemigo número uno, Osama Bin Laden; informa Martin Suchanek

Inicialmente se dijo que miembros de fuerzas especiales estadounidenses, colaborando con los servicios secretos paquistaníes, le habían localizado cerca de Islamabad. Informes posteriores explican que Estados Unidos había actuado sin consultar a su aliado paquistaní. Aunque la verdad de todo esto no saldrá a la luz durante años, solo esto ya habla claramente sobre la relación de los Estados Unidos con su aliado paquistaní y su respeto por la “soberanía” de Pakistán.

En cualquier caso, está claro que una unidad de fuerzas especiales de los Estados Unidos mató a Bin Laden. En su discurso, Obama explicó que había querido capturar a Bin Laden y llevarlo ante un Tribunal estadounidense. La muerte del “enemigo público número uno”, sin embargo, no va a estropear las celebraciones de la administración estadounidense. De hecho, tiene la ventaja de que diversas cuestiones difíciles no serán planteadas. ¿Quién debería llevar a Bin Laden ante los tribunales? ¿Los Estados Unidos, que claramente lo consideran como su “derecho natural”, un Tribunal Internacional o uno de cualquiera de los otros estados que también estaban tras la pista de Bin Laden? ¿No mostraría necesariamente un juicio abierto, la participación de la CIA en el encumbramiento del antiguo aliado de los Estados Unidos en Afganistán y las conexiones comerciales entre la familia Bin Laden y corporaciones estadounidenses?

¿Una victoria para la justicia?

Barack Obama anunció no sólo una “gran victoria para América” sino también para la “justicia”. En definitiva, Bin Laden no había sido “un líder islamista sino un asesino en masa”.

El Ministro de Asuntos Exteriores alemán, Westerwelle, explicó que el asesinato de Bin Laden fue un gran momento para “una genuina democracia”.

El Primer Ministro Británico, Cameron incluso explicó, “Osama Bin Laden era responsable de las peores atrocidades terroristas que el mundo haya visto jamás, de el 11 de septiembre y de tantos otros ataques que se han cobrado miles de vidas, muchas de ellas británicas”.

En comparación con las atrocidades de Bin Laden, al parecer, los siglos de colonialismo, imperialismo, guerra y genocidio, empalidecen hasta la insignificancia.

Osama Bin Laden fue, sin duda, un archi-reaccionario y un islamista que eligió el método del terror individual contra civiles y cuyos métodos de lucha deben ser condenados por cualquier Comunista, por cualquier persona progresista. Su “antiimperialismo” estuvo siempre inseparablemente vinculado a objetivos políticos y sociales reaccionarios: el establecimiento de una teocracia y un brutal régimen opresor sobre su propia población, la clase obrera, las mujeres y los jóvenes. Su “antiimperialismo” estuvo inseparablemente vinculado con métodos reaccionarios de lucha: ataques terroristas contra las poblaciones civiles en Occidente, así como contra los musulmanes “heréticos”. Para él, la lucha de las masas por su propia liberación no desempeñó ningún papel, de hecho era diametralmente opuesta a su política fundamentalmente elitista.

Además, su “antiimperialismo” no fue dirigido contra el sistema imperialista mundial, es decir, contra sus raíces económicas y políticas. Más bien, su objetivo era garantizar una mayor proporción de la riqueza y la influencia política para las clases dominantes en el “Mundo islámico”. El Islamismo Sunita fue la expresión ideológica de esta lucha, una ideología justificativa que necesariamente refleja los valores de las clases dominantes y la clase media-alta, y que no prestaba la menor atención a la muerte de miles de trabajadores en su lucha para lograr sus objetivos.

Los terroristas más grandes están en otra parte

A escala mundial, sin embargo, Bin Laden y Al Qaeda fueron pequeñas estrellas en el firmamento de la reacción global. Esto demuestra la hipocresía de los medios de comunicación burgueses que proclaman la muerte de Bin Laden como una victoria para la Humanidad. Los mayores terroristas no se esconden en secretos “campos del terror” o en pequeños grupos de creyentes.

Por el contrario, se sientan en los centros de poder en Washington, Londres, Moscú, París o Berlín. Son ellos los que mantienen un sistema que condena a millones al hambre cada día. Son ellos los que, en nombre de la “guerra contra el terror”, han hecho a Iraq retroceder décadas con sus bombas. Son ellos los que ahora se están repartiendo los ingresos del petróleo y otras riquezas de ese país. Son ellos los que han continuado la guerra en Afganistán y ocuparon el país. Son ellos los que han extendido la guerra a Pakistán, donde el ejército de Estados Unidos realiza regularmente ataques contra la población civil.

Los mismos poderes están tratando de utilizar el levantamiento popular en Libia para poner al país nuevamente bajo su control; sus intervenciones militares y diplomáticas están encaminadas a controlar a los dirigentes del levantamiento.

Dan a sus aliados, Arabia Saudita e Israel, manos libres a la hora de reprimir la sublevación en Bahréin o de bloquear a la población de Gaza.

En definitiva, ellos son los terroristas reales del mundo. Pero, para ellos, no son sólo los Bin Laden quienes son terroristas. Para los líderes del mundo imperialista y sus piratas contratados, cualquiera que luche contra las “bendiciones” de su orden mundial es un terrorista en potencia: manifestantes que quieren derrocar a la monarquía en Bahréin, o palestinos que han elegido al gobierno “equivocado” en una elección democrática, o los afganos que han asumido una resistencia armada contra la ocupación imperialista de su país y contra su gobierno títere.

Bin Laden está muerto, la “guerra contra el terror” sigue viva

Esto es por lo qué, en todos los discursos de los líderes políticos de Occidente y sus aliados, junto con el énfasis de la supuesta “importancia histórica” de la muerte de Bin Laden, siempre hay un segundo mensaje: la “guerra contra el terrorismo” absolutamente debe ser llevada adelante. Ahora, Al Qaeda y otras “células del terror” serán aún más peligrosos porque quieren vengar la muerte de su líder y planearán atentados particularmente “dramáticos”.

El Gobierno alemán ya habla de elevar el “nivel de seguridad” y la necesidad de aumentar la vigilancia sobre los “terroristas”. También se habla de que, después de la muerte de Bin Laden, las “leyes antiterroristas” no sólo no pueden levantarse sino que realmente deben hacerse más severas. Por lo tanto, continuará la limitación, o incluso la suspensión, de los derechos democráticos fundamentales.

En segundo lugar, la opinión pública debe ser convencida de que la guerra y las intervenciones realizadas desde 2001 en el nombre de la “guerra contra el terror”, deben continuar. A pesar de que Bin Laden esté muerto, hay otras, quizá aún más peligrosas, “células del terror” y éstas podrían refugiarse en los países ocupados por el imperialismo, tan pronto como se retiraran las tropas de la OTAN, los Estados Unidos o Alemania. En palabras del Ministro de Asuntos Exteriores Westerwelle: “no hemos ido a Afganistán para luchar contra un hombre, nos encontramos en Afganistán porque queremos evitar que el país, una vez más, sea un refugio seguro para el terrorismo de todo el mundo”.

Con esa lógica, los imperialistas pueden justificar la guerra y la ocupación de las tierras que elijan, en última instancia, cualquier lugar de la tierra podría convertirse en un “paraíso” para los terroristas. Ni Obama, Cameron, Sarkozy, Merkel o Putin renunciarán a esta justificación de cualquier intervención “preventiva”

¿Quién creó a los Bin Laden?

El saqueo de los imperialistas y su lucha para re-dividir el mundo entre las grandes potencias capitalistas, ha llevado a menos y menos posibilidades de integrar a las capas medias o incluso partes de las elites en los países que dominaron. Esto es lo que llevó al crecimiento de los Islamistas y las corrientes anti-occidentales, incluyendo a las organizaciones terroristas como Al Qaeda. Debido a estas condiciones están todavía en pie, hay aún mucha tierra fértil para el desarrollo de esos grupos.

Pero hay también otras razones por las qué incluso secciones de la clase obrera y los campesinos en los países islámicos han depositado sus esperanzas, no sólo en los islamistas y los movimientos islámicos, sino incluso en los “heroicos” asesinos que podrían, al menos, provocar el miedo y el terror en los ocupantes imperialistas de sus países. El camino al islamismo y al terrorismo fue abierto por las derrotas y la consiguiente desmoralización resultante de los fracasos políticos del estalinismo y del nacionalismo.

Sin embargo, esta “popularidad” fue y es la popularidad de la pasividad, la desesperanza y la confusión entre los oprimidos, que no ven la posibilidad de una lucha de liberación por sí mismos. A lo largo de la historia, esto siempre ha dado lugar a los métodos de “terrorismo individual”, incluso cuando la intención ha sido la de provocar la actividad de las masas. El carácter reaccionario de clase de Al Qaeda, Bin Laden y esta escuela de terrorismo individual puede verse en el hecho de que no consideran la participación activa de las masas, ni mucho menos un papel independiente para las mismas.

Por el contrario, la historia también muestra que el declive de esas organizaciones siempre ocurre cuando las masas se alzan por sí mismas y toman su destino en sus propias manos.

Osama Bin Laden fue asesinado en un momento cuando hacía ya tiempo que su estrella política había cruzado su zénit. La amenaza del “Terrorismo Islamista”, aparte de ser a menudo sólo una excusa para justificar las acciones de los explotadores occidentales, hace mucho tiempo que ha dado paso a una mucho más fundamental y mil veces más peligrosa para el imperialismo, la amenaza de la revolución democrática y social.

Las revoluciones en el Norte de África y Oriente Medio han mostrado una alternativa real a todos los tonos del islamismo y del terrorismo individual: la movilización de los trabajadores y campesinos, pobres urbanos, jóvenes y mujeres a través de todas las barreras religiosas. Es este movimiento el que constituye el verdadero peligro para los déspotas y para el orden imperialista en toda la región, y de hecho en todo el mundo. No sólo puede cortar la hierba bajo los pies de los reaccionarios islamistas como Al Qaeda, sino también de la opresión imperialista y la explotación capitalista y así convertirse en un faro para una revolución socialista mundial.

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