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Declaración del Congreso de 2022 de la Liga por la Quinta Internacional

International Secretariat, League for the Fifth International

El mundo se enfrenta a una crisis de una gravedad aún mayor que la Gran Recesión de 2008-10. La guerra de Ucrania ha abierto un nuevo período en el que la guerra económica, los múltiples desastres causados por el cambio climático, la aceleración de la carrera armamentista y los efectos de la pandemia están provocando enormes conmociones en la economía mundial. El hambre, el desempleo y los movimientos masivos de refugiados que huyen de la guerra y la pobreza están poniendo al límite los recursos de los estados, las Naciones Unidas y las ONG.

Ya se pueden escuchar los llamados a la austeridad y la reducción fiscal por parte de economistas y políticos. La inflación está recortando los salarios, pero también los gastos necesarios en salud, atención social y educación, por no hablar de las promesas de las Cumbres de la Tierra para abordar el cambio climático.

La guerra declarada por el imperialismo ruso contra Ucrania en febrero de 2022, la respuesta de la OTAN y los imperialistas del G7, niveles sin precedentes de suministros de armas y sanciones económicas de amplio alcance, han desestabilizado los suministros mundiales de alimentos y combustibles, amenazando a millones de personas con el colapso de sus ya básicos niveles de vida.

Ucrania, que en 2020 ya tenía el PIB per cápita más bajo de Europa, verá su economía contraerse en un 35 por ciento. Catorce millones de sus habitantes han sido desplazados de sus hogares y 7.6 millones han huido del país.

Las casas, las fábricas, los hospitales, los nudos de transporte, las centrales eléctricas y las redes de distribución que han sido destruidos tardarán años en reconstruirse. Aunque la guerra es responsabilidad inmediata de Vladimir Putin y su régimen dictatorial que intenta afirmar su estatus de gran potencia, las potencias de la OTAN han estado tratando durante mucho tiempo de atraer a Ucrania a su esfera de influencia, tentándola con la adhesión a la UE y a la OTAN. Ucrania es víctima de esta rivalidad inter-imperialista.

Dado que Ucrania es la fuente de gran parte del trigo, el maíz y la cebada del mundo y una porción aún mayor del suministro mundial de fertilizantes, la guerra y el bloqueo adicional de los suministros de Rusia, además de los suministros de petróleo y gas, han dado un enorme impulso a la inflación mundial. Ucrania también es una fuente importante de trigo para el Programa Mundial de Alimentos, que brinda asistencia alimentaria a 115.5 millones de personas en más de 120 países, lo que amenaza con hambrunas en partes de África ya afectadas por la sequía como resultado del cambio climático.

El hambre ha sido a menudo el detonante de revueltas y revoluciones. Los disturbios por alimentos han provocado oleadas de huelgas y el colapso de gobiernos como los de Sri Lanka y Haití.

La guerra y las sanciones globales también desvían los recursos necesarios para hacer frente a la creciente crisis climática, que se ve de manera más aguda en las catastróficas inundaciones en Pakistán, la sequía y la hambruna en África y los eventos climáticos cada vez más perturbadores en Europa, Asia, Australia y América del Norte. Luego está el enorme estrés que la pandemia de covid, aún no extinguida, ha ejercido por igual sobre los servicios de salud y las economías, incluida China, cuyo crecimiento anual del PIB se prevé que caiga al 3.2 por ciento en 2022.

Las raíces profundas de las crisis interrelacionadas de hoy día se encuentran en las leyes fundamentales de la economía capitalista. Las fábricas, su mano de obra cualificada, los medios de producción, la logística y las comunicaciones, nuevos y antiguos, existen en abundancia, al igual que los medios científicos y tecnológicos para hacer frente a las pandemias y el cambio climático. Los instrumentos para la planificación global necesaria para combatirlos también existen dentro de las corporaciones multinacionales y los bancos gigantes, pero están divididos entre sí por la propiedad privada y la competencia feroz. Esta contradicción se vio durante la pandemia: por un lado, el rápido desarrollo de vacunas, por otro, la falta de distribución equitativa de las mismas entre las poblaciones de nuestro planeta. En otoño de 2022, el 31 por ciento de la humanidad aún no ha recibido un solo pinchazo.

La causa fundamental de la crisis del sistema radica en la sobreacumulación masiva de capital y la caída de las tasas de ganancia en todos los centros imperialistas de la economía mundial. Incapaz de obtener beneficios de la producción al mismo o mayor ritmo que en la fase del auge de la globalización, el capitalismo solo puede resolver su crisis mediante la destrucción masiva de este exceso de capital. Sin embargo, todos los principales actores imperialistas, EE.UU., China, las potencias europeas y Japón, evitaron tal destrucción defendiendo su capital y su posición en el mercado mundial. Esto no sólo conduce al proteccionismo y a la fragmentación del mercado mundial, sino que plantea la cuestión sobre de quién será el capital destruido, una cuestión indisolublemente ligada a la lucha por el nuevo reparto del mundo.

El capitalismo se ha convertido en un sistema global de imperialismo ambiental. Se intensifica sistemáticamente la explotación de los países semicoloniales, sin importar las consecuencias ecológicas ni sociales, para aumentar las ganancias en los centros imperialistas.

El cambio climático y la degradación ambiental solo pueden mitigarse y revertirse si se quita el control sobre la producción de las manos de las grandes formaciones de capital que han llevado a la humanidad al borde del desastre. Los numerosos movimientos “ambientalistas” que han surgido tienen que ir más allá de la protesta, más allá de tratar de persuadir, o incluso obligar, a los gobiernos capitalistas a tomar las medidas necesarias. Dichos gobiernos nunca expropiarán capital en la escala necesaria para asegurar la reversión de la carrera precipitada hacia la catástrofe climática. Esa es una tarea que requiere la acción de la clase obrera de todos los países, la toma del poder político por las masas trabajadoras.

Rivalidad inter-imperialista

La Liga por la Quinta Internacional ha estado advirtiendo de que un nuevo período de rivalidad entre las viejas potencias imperialistas y los recién llegados a la escena, que ahora reclaman su lugar bajo el sol, se convertiría en un conflicto abierto. La era de la sinergia benévola entre EE.UU. y China, que marcó la década de 1990 y principios de la de 2000, y que apoyaba la afirmación de Washington de haber creado un nuevo orden mundial, quedó atrás. Ahora vemos no solo una competencia despiadada, sino también guerras comerciales, una guerra fría y guerras convencionales por poderes.

Sin embargo, más allá de esto asoma la perspectiva de una guerra entre las grandes potencias, con “barriles de pólvora” ubicados en Europa del Este, Medio y Lejano Oriente. Se conciertan nuevas alianzas (AUKUS, Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y se actualizan las antiguas (OTAN, el Quad -Estados Unidos, Japón, Australia e India). Los enormes suministros de armas a Ucrania tienen el objetivo abierto de humillar a Putin y provocar su caída, mientras que las demostraciones de poder naval en los mares alrededor de China advierten a Xi Jinping de que no intente una incorporación forzosa de Taiwán.

Los gobiernos de Washington, Berlín, París y Londres, pero también los de Pekín y Moscú, están jugando con fuego. El papel de Estados Unidos como policía de un “orden mundial” se está convirtiendo en su opuesto, el de un provocador de incendios.

Biden y Putin, ambos tratando de demostrar que sus estados “vuelven” a ser “grandes potencias”, no tienen derecho a quejarse si son imitados por “hombres fuertes” en Delhi, Ankara, Brasilia, Jerusalén o Riyadh. El Medio Oriente ha sido durante mucho tiempo un polvorín en Irak, Siria y Yemen. Las guerras se han extendido al Cuerno de África con una guerra brutal en Tigray en 2022. Arabia Saudita libra una guerra asesina en Yemen, Israel una guerra permanente contra los palestinos y Turquía tiene las manos libres para bombardear la región kurda de Rojava o incluso para preparar una invasión y ocupación. En la posible esfera de influencia de Rusia, ha estallado la lucha en el Cáucaso entre Armenia y Azerbaiyán por Nagorno-Karabaj y en Asia Central entre Kirguistán y Tayikistán.

Los gobernantes despóticos de estos territorios buscan resolver las tensiones internas mediante guerras y limpiezas étnicas como las que desgarraron Yugoslavia en la década de 1990. También están apareciendo en Europa potenciales “perturbadores de la paz”, con partidos de derecha en el poder en Hungría, Polonia y potencialmente en Suecia, Italia o España. A nivel mundial, la lista está creciendo.

Un logro importante para la extrema derecha ha sido la captura del Partido Republicano por parte de Donald Trump y su transformación en un partido populista de derechas. Su Corte Suprema ya está llevando a cabo una agenda reaccionaria contra las mujeres (revocando la doctrina Roe v Wade) y, tarde o temprano, privará a las “personas de color” de sus derechos civiles ganados con tanto esfuerzo.

Detrás de estos líderes autoritarios, la última década ha visto el crecimiento de movimientos de masas reaccionarios, a menudo racistas, dirigidos contra las minorías y capaces de convertirse en movimientos fascistas en toda regla si se dan las condiciones de una crisis social profunda y prolongada.

El rival estratégico de Estados Unidos, a pesar del conflicto con Rusia por Ucrania, es China. Su “ascenso” económico y su surgimiento como una nueva potencia imperialista en la primera década del nuevo milenio la llevaron inevitablemente a desafiar la hegemonía global “unilateral” de los Estados Unidos y, bajo Xi Jinping, a reclamar abiertamente su propia esfera de influencia. Esto le valió la simpatía de los estados que habían sufrido bajo el “hegemonismo” estadounidense a través del FMI y otros instrumentos de la supremacía financiera estadounidense, por no hablar de las sanciones y bloqueos.

Para evitar que el establecimiento de una hegemonía china sobre los estados del Pacífico reemplace la hegemonía que EE.UU. estableció después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. y sus aliados británicos, canadienses, australianos y neozelandeses están tratando de crear una OTAN para el Pacífico, buscando aliados entre los estados del Sureste Asiático, para agregarlos a sus aliados “protegidos” japoneses, surcoreanos y taiwaneses. El “Océano de Paz” bien podría convertirse en un teatro de guerra en los próximos diez años.

En casa, el trato rudo de Xi hacia sectores de la burguesía (como Jack Ma, fundador del gigante tecnológico Alibaba) es una señal de que sectores de la gran burguesía se están volviendo resistentes a sus políticas internas restrictivas. A nivel mundial, su postura más agresiva ha generado un retroceso de EE. UU. y Europa que también limita sus ambiciones. Por lo tanto, se abre una gran contradicción entre la burocracia estatal del PCCh, que todavía tiene un gran poder económico en el sector capitalista de estado, así como en el Ejército Popular de Liberación, y la clase de capital privado dirigida por multimillonarios. Esta contradicción puede convertirse en un conflicto abierto, proporcionando un componente de una situación revolucionaria: una clase dominante que no puede seguir gobernando como antes. También hay señales de descontento en el sistema bancario rural.

Si las masas trabajadoras no están dispuestas a continuar como antes, si el sistema no puede continuar mejorando los niveles de vida de la década de 1980 a la de 2010, esto podría llevar al “gran líder” de China a enfrentar su propia “tormenta perfecta” dentro del vasto país. El crecimiento capitalista de las últimas décadas produce necesariamente crisis capitalistas. La caída de la tasa media de ganancia y la sobreacumulación de capital empujan a China hacia una explosión. Esto se ve agravado aún más por los costes económicos y sociales de la política Covid Cero que paralizó gran parte del país, así como por la crisis del sector financiero y una burbuja especulativa en el importantísimo sector de la construcción.

Durante algunos años, los conflictos y las luchas han sacudido los centros de trabajo y han llevado repetidamente a la formación de pequeñas redes de trabajadores activistas. Las masivas y generalizadas protestas contra la dura política de Covid Cero de Xi han forzado una desescalada humillante solo un mes después de su coronación en el congreso del PCCh. La ola de protestas en las ciudades de China y los lemas anti-Xi y anti-PCCh muestran que la supuesta omnipotencia del régimen de vigilancia estará sujeta a grandes conmociones en los próximos años.

Esto puede habilitar el espacio para la creación de un nuevo movimiento obrero revolucionario, de hecho un partido, que reconozca a su principal enemigo en el imperialismo chino y luche por una revolución socialista basada en un programa de revolución permanente.

La resistencia y su dirección

La Gran Recesión de 2008 desencadenó una ola de “revoluciones democráticas” en Oriente Medio, en las que las huelgas obreras, como en Egipto y Túnez, jugaron un papel decisivo en el derrocamiento de los viejos dictadores. Pero, debido a que éstas no lograron volverse “permanentes” en el sentido de que el liderazgo político de la clase obrera se constituyera en gobiernos obreros, fracasaron, incluso como revoluciones democráticas, permitiendo que las fuerzas islamistas o militares llegaran al poder. La larga ocupación de Afganistán encabezada por Estados Unidos terminó con una huida similar a la de Saigón por parte de las fuerzas occidentales y aquellos que temían represalias de los victoriosos talibanes. Las verdaderas víctimas fueron las mujeres del país que vieron restringidos o abolidos, una vez más, sus derechos civiles y su acceso a la educación.

Una vez más, la lección para todas las fuerzas progresistas del llamado Sur Global es no poner su confianza, sus derechos humanos o sus vidas en manos de los “imperialismos democráticos”.

Igualmente, creer que Xi Jinping y Vladimir Putin y sus imitadores entre las potencias regionales, representan el antiimperialismo es un engaño. Las inversiones en la Iniciativa de la Franja y la Ruta del primero, junto con los mercenarios del Grupo Wagner de Rusia, demuestran que no están interesados en el desarrollo de la soberanía de aquellos a quienes ayudan.

Sin embargo, la última media década, más o menos, ha visto revivir las luchas de la clase trabajadora y las de los oprimidos racial y sexualmente. En los EE.UU. el movimiento Back Lives Matter ha visto varias olas, provocadas por los ultrajes perpetrados por policías asesinos, en particular el asesinato de George Floyd en 2020. También están los movimientos Me Too y Ni Una Menos contra la violación y el acoso sexual.

El ejemplo más inspirador de la resistencia de las mujeres son los meses de protestas masivas en Irán que siguieron al asesinato de Jina Mahsa Amini, una joven de 22 años, a manos de la infame policía moral que hace cumplir el código de vestimenta. La edad promedio de los manifestantes era de dieciséis años. A medida que se extendían las protestas, las mujeres jóvenes se arrancaron los hiyabs y gritaron “¡mujeres, libertad, vida!” y “¡Muerte al dictador!”. A pesar de la represión brutal y cientos de muertes, con los matones Basij de la policía usando munición real, el movimiento continuó durante octubre, noviembre y diciembre. Para apaciguar a las masas, el Fiscal General Montazeri anunció que la policía moral sería abolida y la ley sobre el uso obligatorio del hiyab revisada. A través de los medios estatales, el Ministerio del Interior lo negó, mostrando así divisiones dentro del régimen.

Las manifestaciones en China contra las normas de confinamiento por covid, que han provocado que el régimen las suavice, demuestran que, incluso los regímenes más totalitarios, pueden verse sacudidos por protestas populares masivas. Sin embargo, para derribar estos regímenes se requerirá una acción de masas sostenida por parte de los trabajadores, es decir, una huelga general, la conquista de las bases de las fuerzas represivas combinada con la formación de un poder estatal alternativo; órganos de poder de la clase obrera y los oprimidos.

En India, el 2 de septiembre de 2016, entre 150 y 180 millones de trabajadores del sector público indio se declararon en huelga general nacional de 24 horas. Otra huelga, el 26 de noviembre de 2020, organizada por diez sindicatos, reunió a 250 millones de trabajadores.

Además, durante el último año más o menos, han reaparecido signos de recuperación de la resistencia en los viejos territorios imperialistas, Europa y América del Norte, en los servicios de educación y salud, así como protestas contra leyes anti-sindicatos y anti-huelgas como la que este año amenazó Ontario (Canadá). Estados Unidos, en particular, ha sido testigo de una ola de huelgas en fábricas, escuelas y logística y campañas sindicales en las nuevas corporaciones del sector de servicios on-line como Amazon y la llamada economía colaborativa.

Las huelgas de docentes se han convertido en una característica importante del movimiento laboral estadounidense. Los años 2018 y 2019 vieron olas de movilizaciones que obtuvieron salarios más altos u otras mejoras para los maestros en Arizona, Colorado, Kentucky, Carolina del Norte, Oklahoma y Virginia Occidental. Luego vino la celebrada huelga de maestros de Chicago en marzo de 2022.

En el Reino Unido, el repunte de la inflación, que realmente despegó en 2022, ha dado lugar a una serie de huelgas en los ferrocarriles y el servicio postal. Los sindicatos de trabajadores de la salud están amenazando con lo que podría ser la primera huelga nacional de enfermeras y personal de ambulancias desde la década de 1980. También en Francia, una serie de protestas por el costo de la vida organizadas por los sindicatos franceses y las acciones continuas de los trabajadores ferroviarios presagian una mayor respuesta a la inflación y al intento de los patrones y gobiernos de hacer que las clases trabajadoras y los pobres paguen el precio de la creciente crisis del sistema.

En agosto y septiembre del mismo año, acciones de masas organizadas por los sindicatos argentinos de la CGT y los partidos políticos de izquierda, obligaron al gobierno y a los empresarios a aumentar los salarios y las prestaciones por desempleo tras el aumento vertiginoso de los precios, del 70 por ciento anual y del 7.4 por ciento en julio solamente, y la continuada devaluación de los salarios por la devaluación de la moneda.

Todas estas disputas han visto un resurgimiento de la militancia de base después de un declive de una década en las luchas laborales. Después de las derrotas, decepciones y traiciones de partidos socialdemócratas o populistas de izquierda nuevos o renovados, como Syriza, Podemos, el Laborismo de Jeremy Corbyn y Die Linke. una grave crisis económica que en ciernes está estimulando una lucha sindical en todo el mundo. Importante a este respecto es el papel que pueda desempeñar un sindicalismo de verdadera lucha de clases.

La pregunta es: ¿puede convertirse en una fuerza decisiva para llevar a las masas trabajadoras hacia la política de lucha de clases, hacia nuevos partidos de trabajadores, como está tratando de hacer el Sindicato de Trabajadores de Telares Eléctricos en Faisalabad, Pakistán? Las ideas políticas, la idea de crear partidos de clase activos y orgullosos, independientes de todas las fuerzas burguesas, armados con un programa revolucionario, puede convertirse en una poderosa adición a la eficacia, en todo el frente de lucha, de los trabajadores y también las luchas de los oprimidos por cuestiones nacionales, raciales o de género.

Por eso, es deber de la vanguardia revolucionaria, tanto en los sindicatos como en las organizaciones revolucionarias, impulsar la idea de fundar partidos obreros independientes. Esto incluye separar a los sindicatos de las alianzas con partidos burgueses, como entre el Partido Demócrata y las federaciones AFL-CIO/Change to Win en los EE.UU. o, en Argentina, la necesidad de que la CGT y otros sindicatos rompan su larga subordinación al partido Peronista.

En todos los frentes de lucha, sin embargo, las insuficiencias y traiciones de las viejas direcciones de los sindicatos y partidos, e incluso de los movimientos “espontáneos”, nos frenan una y otra vez. La socialdemocracia, el laborismo, el estalinismo, pero también los populistas de nueva izquierda y los anarquistas, continúan llevando las luchas hacia la derrota. Necesitamos luchar por una clara estrategia y organización revolucionaria, partidos y sindicatos de lucha de clases y, en momentos de mayor lucha económica o política, por consejos de delegados elegidos en los lugares de trabajo y comunidades. Incluso en estos organismos, un partido revolucionario es esencial para la victoria.

La independencia de clase, la acción militante y la democracia de base son esenciales en el próximo período. Pueden ayudar enormemente al desarrollo de partidos revolucionarios a nivel internacional y de una Quinta Internacional.

No a la Guerra Imperialista

La guerra en Ucrania es la expresión más dramática de la lucha por el nuevo reparto del mundo. Los revolucionarios condenan el ataque reaccionario y la invasión del país por parte del imperialismo ruso. Apoyamos la defensa del país contra una toma de poder por parte de las fuerzas de Putin, objetivo inicial declarado, rechazando el derecho del país a la independencia y, de hecho, a su existencia nacional, así como contra el objetivo menor de dividirlo. Pero los amigos imperialistas de Ucrania no están suministrando cantidades sin precedentes de armamento, además de subvenciones y préstamos, para fines democráticos tan elementales. Donde Putin desea convertir a Ucrania, o parte de ella, en una colonia rusa, Biden y los líderes europeos buscan convertirla en una semicolonia de Occidente, una vanguardia de la OTAN. Putin quiere debilitar y dividir a la UE y la OTAN, mientras que Biden y compañía quieren paralizar a la Federación Rusa como gran potencia y poner fin a su papel como saboteador de sus planes en países como Siria o el África Subsahariana.

Además de una guerra de defensa nacional contra el imperialismo, Ucrania ha ocupado un lugar central en la lucha actual por el nuevo reparto del mundo. A pesar de que la OTAN no participa oficialmente en la guerra, el conflicto interimperialista entre Rusia y las potencias occidentales es un factor determinante en esta guerra, con los imperialistas occidentales imponiendo sanciones económicas de dimensiones históricas a Rusia y armando y entrenando a Ucrania. para actuar como su apoderado.

Por lo tanto, los revolucionarios deben oponerse a los objetivos bélicos de la OTAN, sus sanciones, su campaña de rearme y su expansión a estados hasta ahora neutrales como Suecia y Finlandia. Si bien apoyamos la lucha de los ucranianos para resistir a la invasión rusa, esto de ninguna manera significa apoyar al gobierno pro-occidental de Zelensky o su ambición de unirse a la OTAN o de subordinar su economía a la UE, así como su lucha por imponer su régimen en Crimea, Lugansk o Donetsk, que no han expresado democráticamente el deseo de formar parte de Ucrania (ni tampoco de Rusia). Los habitantes de estas regiones deben tener derecho a la autodeterminación sin que los ocupantes rusos o ucranianos occidentales los coaccionen o falsifiquen los resultados de referéndums o elecciones.

Asimismo, debemos oponernos a la política de confrontación del bloque imperialista occidental con el imperialismo ruso y chino, conducida bajo la falsa bandera de democracia versus autocracia. Este comienzo de una nueva Guerra Fría arrastrará a la humanidad cada vez más cerca de una Tercera Guerra Mundial, que fácilmente podría ser la última. Los mismos principios se aplicarían si China invadiera Taiwán. Xi Jinping y las fuerzas del Congreso de los Estados Unidos se dirigen en esta dirección. Es vital luchar para evitar que los movimientos obreros y las fuerzas antiimperialistas de todo el mundo se unan a uno u otro campo imperialista. Más bien, debemos buscar vínculos con los trabajadores de Rusia y China, así como con los trabajadores y luchadores por la democracia en las muchas dictaduras aliadas con el campo occidental.

¡Lucha contra la inflación, el hambre y la pobreza!

La recesión mundial, sincronizada por la pandemia, en 2020 y 2021 ya ha llevado al empobrecimiento masivo de la clase trabajadora y los pobres, en particular en el mundo semicolonial. Incluso antes de la guerra en Ucrania, 800 millones de personas padecían hambre, millones están amenazados de muerte por inanición.

Y más está por venir. La inflación, que nunca “desapareció” en el Sur global, está de vuelta en el corazón imperialista. La próxima recesión mundial ya está llegando.

Miles de millones de trabajadores, campesinos, pobres rurales y urbanos sufren racionamientos. En las semicolonias, la mayoría de ellos apenas tuvo protección sanitaria o apoyo estatal durante la pandemia, viéndose obligados a trabajar en condiciones inseguras y de extrema precariedad o a morir de hambre. Incluso en los países imperialistas, las masas afrontaron pérdidas significativas de ingresos, a pesar de las asignaciones de subsidios u otros esquemas de protección estatal. Al mismo tiempo, las grandes corporaciones y otros sectores del capital fueron compensados con miles de millones durante la pandemia y ahora durante la guerra y las sanciones económicas.

Mientras los gobiernos occidentales prometen apoyo para aquellos que padecen hambre, al mismo tiempo imponen condiciones neoliberales drásticas a los países semicoloniales, que ya sufren hiperinflación, crisis monetarias y una carga de deuda cada vez mayor.

Necesitamos un movimiento global de la clase trabajadora y los pobres para luchar por un programa de emergencia para millones de seres humanos, para garantizar ingresos, alimentos, vivienda, electricidad y atención médica para todos. Luchamos por la condonación de la deuda y el fin de los programas de austeridad impuestos por el FMI o por las viejas y nuevas potencias imperialistas.

Necesitamos apoyar y generalizar las luchas por los salarios para compensar las subidas de precios. Será clave la lucha por una escala móvil de salarios, beneficios sociales y pensiones, que además debe estar ligada a la demanda de control de precios y salarios por parte de la clase trabajadora.

En países donde los aumentos de precios toman la forma de hiperinflación, que devora los aumentos salariales casi a diario o semanalmente, y donde el dinero mismo pierde valor tan rápidamente que ya no puede cumplir su función como medio de pago, la lucha por los ajustes salariales no es suficiente. Lo que se necesita no son solo comités de control de precios, sino la intervención directa de los trabajadores y consumidores en la distribución de bienes vitales para el pueblo.

Dada la crisis mundial, la inflación y los ataques a los empleos y condiciones que enfrentaremos en la próxima crisis, no debemos dejar de abordar la causa fundamental de la misma; la propiedad privada concentrada en manos de los capitalistas. Si queremos combatir el desempleo, el retroceso social, la escasez y el hambre, si queremos reorganizar la sociedad según las necesidades humanas y crear trabajo socialmente útil para todos, necesitamos expropiar a los dueños del gran capital, sus fábricas, las grandes empresas de servicios, bancos e instituciones financieras, sin compensación. Solo sobre esta base, podremos liberar los recursos necesarios para un plan de emergencia que aborde las necesidades de los millones que se enfrentan a la inanición, el hambre y la pobreza extrema.

Luchar contra la catástrofe ambiental y el imperialismo ambiental.

La degradación y destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales continúa sin freno y se vuelve cada vez más amenazante. El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos: tormentas frecuentes y destructivas sin precedentes, inundaciones e incendios forestales, el aumento de las sequías, el derretimiento de los casquetes polares y de los glaciares que provocará un aumento del nivel del mar y amenazará con inundar muchas regiones o países enteros; todos estos son indicios del avance del cambio climático en la Tierra.

Al mismo tiempo, las clases dominantes de todos los países se muestran completamente incapaces de abordar incluso las cuestiones más candentes e inmediatas, como lo demostró una vez más la COP27. Esto no es sorprendente. La creciente competencia global actual y la lucha por la re-división del mundo, en realidad aceleran la tendencia del capitalismo a destruir los cimientos naturales de la vida humana. La explotación en los países semicoloniales se intensifica sistemáticamente, sin importar las consecuencias ecológicas y sociales, para aumentar las ganancias en los centros imperialistas. Todas las características del imperialismo ambiental como sistema global enfrentan a la humanidad en su conjunto con tareas impostergables.

Los movimientos ambientales globales, que surgieron en los últimos años, han expuesto una y otra vez el cinismo y la hipocresía de los líderes mundiales. Millones de personas siguieron los llamados a huelgas y marchas climáticas globales, en las que valientes activistas intentaron forzar cambios mediante una acción directa radical.

Los revolucionarios deben solidarizarse con esos movimientos pero, al mismo tiempo, deben desafiar las ideas reformistas, pequeñoburguesas y anarquistas que los dominan. Las protestas, sin importar cuán militantes o perturbadoras sean, no convencerán a nuestros gobernantes de tomar las medidas necesarias si amenazan sus ganancias o su dominio sobre sus países o los debilitan frente a la competencia económica o militar. Necesitamos ganar a la juventud para una respuesta de la clase trabajadora a la crisis ambiental, el poder de los trabajadores y una economía planificada. Los jóvenes deben desafiar la complacencia y la pasividad de los líderes burocráticos de los sindicatos y partidos reformistas y cualquier subordinación de las medidas necesarias para abordar la cuestión ambiental a los intereses del capital.

El cambio climático y la degradación ambiental solo pueden mitigarse y revertirse si se arrebata el control sobre la producción de las manos de las grandes formaciones de capital que han llevado a la humanidad al borde del desastre. Deben formarse y capacitarse órganos de control democrático integrados por trabajadores, consumidores, afectados por grandes proyectos, jóvenes que luchan por su futuro, etc. para decidir sobre proyectos, niveles de riesgo, valores umbral, medidas ecológicas, etc. El capital debe ser sistemáticamente confrontado con control social en relación con los efectos socioecológicos de sus acciones. En última instancia, solo la revolución socialista superará el sistema del imperialismo ambiental y permitirá el uso óptimo planificado de los recursos bajo el control de la mayoría en todo el mundo.

En resumen

La profundización de la crisis económica, la catástrofe climática, junto con la amenaza de una guerra global, dan testimonio del hecho de que el capitalismo es un sistema moribundo. La cuestión decisiva es si será superado con el tiempo por un levantamiento revolucionario, o si la humanidad emprenderá el camino de la barbarie y la regresión social.

Ya se pueden escuchar las voces de la austeridad y la reducción fiscal de economistas y políticos. La inflación está recortando no solo los salarios, sino también los gastos necesarios en salud, atención social y educación, por no hablar de las promesas de las Cumbres de la Tierra para abordar el cambio climático.

Mientras miles de millones viven en la pobreza, una pequeña minoría vive en un lujo inimaginable. Entre 2016 y 2021, el número de milmillonarios aumentó de 1810 a 2755. Las decisiones de inversión de estos financieros e industriales pueden poner de rodillas a países enteros. Justo debajo de los milmillonarios, cientos de miles de multimillonarios viven en un lujo desvergonzado a nuestra costa, mientras que 852 millones de personas pasan hambre y más de 1000 niños mueren cada día por causas relacionadas con el hambre.

En los movimientos globales emergentes de los oprimidos, así como en los levantamientos nacionales, los revolucionarios siempre deben enfatizar la necesidad de una nueva Internacional. En esto defendemos un programa revolucionario desde el principio, sin embargo, sin hacer de esto una condición previa para dar pasos reales hacia la unión y para hacer frente a las crisis y guerras en el aquí y ahora.

Llamamos a todos aquellos que luchan contra la crisis, la guerra y la opresión a trabajar hacia la adopción de programas de acción comunes de demandas urgentes, inmediatas y de transición, que lleven en la dirección de la revolución socialista mundial. Hacemos un llamado a todas las corrientes socialistas, comunistas, trotskistas que estén de acuerdo con esta perspectiva, a unirse en la búsqueda de la unidad en un programa internacional para una respuesta revolucionaria a los ataques que se avecinan.

En un país tras otro, azotados por la crisis histórica del sistema, debemos organizarnos para arrojar al capitalismo al abismo. Nuestros principios son la independencia de clase, la solidaridad y la acción internacional, el anticapitalismo, el antiimperialismo, el antirracismo y la oposición a todas las formas de opresión social. Estos principios deben encarnarse en un partido mundial de la revolución social, uniendo toda la herencia de las cuatro internacionales anteriores.

La Revolución Mundial, y nada menos, ésta debe ser la tarea de una Quinta Internacional.

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