Simon Hardy
En Septiembre la ONU descubrirá sus cartas sobre la cuestión del estado palestino. Lo que podría tener serias ramificaciones internacionales, escribe Simon Hardy.
Hay una crisis política en ciernes para los Estados Unidos, Israel y quizás también para los dirigentes palestinos, según se aproxima la Asamblea General de la ONU donde se debe discutir una propuesta a finales de septiembre para permitir la adhesión de Palestina.
Palestina necesita 135 votos para obtener la mayoría necesaria de dos tercios en la Asamblea General. Actualmente tiene 112, pero más votos probablemente se inscribirán las próximas semanas. Sin embargo, los políticos estadounidenses e israelíes han puesto en marcha el proceso para enviar a la basura la propuesta de adhesión. Los Estados Unidos e Israel han dejado muy claro que cualquier votación para reconocer a Palestina en la ONU no será respaldada por el Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos la vetará.
El Presidente de la Asamblea General de la ONU, Joseph Deiss, fue cuestionado sobre si la Asamblea podría reconocer legalmente, y por lo tanto, crear un Estado sin el Consejo de Seguridad, él contestó rotundamente: “No. No.”
La razón para la oposición de Tel Aviv está clara. “Francamente, las líneas de 1967 no son defendibles,” dijo Doer Gold, ex embajador israelí ante la ONU. “Israel tiene hoy 45 millas de ancho. Si se nos lleva a las líneas del 67, tenemos ocho millas de ancho”. Las presiones demográficas y de espacio territorial son temas recurrentes en la política israelí en estos días. Israel tiene que expandirse en nuevos territorios para sobrevivir: perder tanto a causa de un Estado Palestino sería un desastre para la clase política israelí.
Hay una campaña cercana a la histeria por parte de la derecha israelí y los medios de comunicación contra la votación. El Ministro de Exteriores Avigdor Lieberman declaró que Mahmoud Abbas está planeando “violencia y derramamiento de sangre de la clase que aún no se ha visto antes” el día de la votación como una táctica del miedo diseñada para aterrorizar a los israelíes. El Primer Ministro Benjamín Netanyahu envió altos diplomáticos para entregar cartas firmadas personalmente a más de 40 jefes de estado explicando por qué deberían votar contra la propuesta.
Estados Unidos – el pagador mayor del estado sionista, enviando 3 mil millones de dólares anuales – ha amenazado con cortar la ayuda a la Autoridad Nacional Palestina si proponen la votación en la ONU. Actualmente la ANP recibe 550 millones de dólares cada año de Estados Unidos. Es útil comparar esta amenaza contra los palestinos con el rechazo total de los Estados Unidos a cualquier forma de condena sobre las atrocidades de Israel en Gaza en 2008-09 o a utilizar la dependencia económica de Israel con ellos para que detengan la matanza.
Obama y el Congreso de Estados Unidos están esperando que la Autoridad Nacional Palestina se asuste tanto de arruinarse que se echarán atrás a la hora de plantear la cuestión ante la ONU.
Obama aclaró por qué Estados Unidos tiene esta estrategia, “Hamás todavía no ha reconocido el derecho de Israel a existir ni renunciado a la violencia ni admitido que las negociaciones son el camino correcto para resolver este problema.” A todos los efectos lo que está diciendo es que sólo puedes negociar si das aceptación previa a la incautación de Israel de territorio Palestino antes de 1967. Obama repite la línea estándar de EE.UU. sobre que Hamás es una organización que es intransigente en el no-reconocimiento de Israel.
Pero Hamás no vive con arreglo a su reputación de línea dura. En 2009 el dirigente de Hamás Ghazi Hamad dijo: “aceptamos un Estado en las fronteras de 1967… No estamos hablando acerca de la destrucción de Israel.” Hamás ha dicho repetidamente que está dispuesta a conversar con los Estados Unidos o incluso con Israel y llegar a compromisos, incluyendo “alto el fuego a largo plazo” – lo que significaría abandonar la lucha armada.
Estados Unidos también se niega a negociar porque afirma que no está dispuesto a hablar con terroristas. Pero este “principio” se ve socavado por las recientes revelaciones de que las fuerzas de ocupación encabezadas por Estados Unidos en Afganistán han estado persiguiendo conversaciones de paz con los talibanes, a los que los Estados Unidos también considera terroristas.
¿Una nueva Intifada?
¿Por qué están tan preocupados por esta votación? El antiguo enviado para Oriente Medio George Mitchell describió la próxima votación como un “descarrilamiento de tren”, y es fácil ver por qué.
En pocas palabras, este movimiento de los palestinos expondrá toda la hipocresía de Occidente sobre la cuestión de “dos Estados”. La promesa de un estado es propagada constantemente puesta como una zanahoria ante los palestinos, como un señuelo para más rondas de conversaciones de paz que no conseguirán nada y destinadas simplemente a ganar más tiempo para que Israel amplíe sus asentamientos en Cisjordania. Toda la cháchara sobre un Estado Palestino viable es simplemente ruido blanco para cubrir el estruendo de las excavadoras y la maquinaria de construcción mientras más y más palestinos son expulsados de sus hogares y su tierra es robada.
La votación provocará una grave brecha entre Occidente y los países del Tercer Mundo, muchos de los cuales apoyan a Palestina (al menos sobre el papel) y están enfadados por la presión para que voten en contra o se abstengan.
Hasta el momento la propuesta de los palestinos ha logrado exponer y aislar a Estados Unidos e Israel. Si es aprobada e Israel todavía se niega a las negociaciones o efectivamente ataca al Estado Palestino, este aislamiento se verá incrementado.
Pero los dirigentes palestinos se enfrentan a una posible crisis. Si la propuesta es rechazada en la votación, o si es aprobada e Israel responde con una nueva provocación militar o un bloqueo de las zonas bajo la ANP en Cisjordania y Gaza, existe la posibilidad de que estalle una tercera Intifada.
La política Palestina ya ha sido sacudida por las revoluciones árabes y las nuevas organizaciones, como “Gaza Youth Breaks Out” podrían desempeñar un papel similar al “Movimiento de la Juventud 6 de abril” en Egipto, un grupo que lideró las manifestaciones iniciales pro-democracia en enero de 2011.
Una tercera Intifada probablemente no será respaldada por los líderes oficiales palestinos. Fatah, durante mucho tiempo, ha seguido la estrategia de cooperación con el sionismo. Incluso ahora sus fuerzas de seguridad pasan mucho más tiempo controlando a las organizaciones de resistencia palestina que confrontando la ocupación. En Gaza Hamás ha actuado rápidamente para dispersar las manifestaciones pro-democracia que se desarrollaron como parte de la ‘Primavera Árabe’. Un movimiento masivo de resistencia a la ocupación israelí vería, sin duda alguna, tanto a Hamás como a Fatah moverse para intentar dirigirlo y contenerlo, al tiempo que se presentarían como los líderes naturales del mismo, pero esa medida está plagada de peligros y bajo la amenaza de las nuevas organizaciones políticas emergentes para liderar la lucha de resistencia nacional Palestina.
Claramente si la resolución pasa entonces esto fortalecería la posición de los palestinos y les daría más influencia en el escenario internacional para perseguir sus demandas de justicia contra la agresora fuerza de ocupación colonialista israelí. Pero por sí solo esto no es probable que cambie fundamentalmente las relaciones de poder en juego. Más importante aún, la ONU no puede entregar la libertad a Palestina, no sólo creó Israel en 1947 sino que no ha podido evitar innumerables matanzas de palestinos y otras atrocidades desde entonces, pese a las innumerables resoluciones.
Lo que se necesita es un movimiento de masas pro-Palestina en las calles en todo el Oriente Medio que pudiera debilitar la posición de los sionistas y fortalecer la revolución árabe en su conjunto. Internacionalmente tenemos que lograr que el movimiento obrero en todo el mundo apoye la lucha Palestina y boicotee y aísle al estado sionista.